martes, 18 de agosto de 2015

Hijos e hijas no natos aún

Lic. Ariel R.Arcaute

Psicólogo, Miembro de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para Estudios de la Sexualidad.

 

Recién, una pareja de orientación heterosexual y amiga, se me acerca y me confiesan que llevan diez años infructuosos intentando alcanzar la maternidad y la paternidad por las vías naturales y asistenciales, acogidos a nuestro programa nacional de atención a las parejas heterosexuales infértiles.

Por razones que ahora no vienen al caso, y porque no estoy autorizado a develar intimidades que no me corresponden, hasta este momento no han podido lograr su sueño de años de amor; pero permítanme vanagloriarme de haber sido el medio al que recurrieron, para depositarlos en las mejores manos de nuestros especialistas en los temas referidos a las concepciones humanas por vías no naturales.

Por fortuna, técnicas como la ovodonación, hoy son transmisoras de mucha felicidad en hogares cubanos, pues hacen realidad muchos sueños otrora inalcanzables. Así como la creación de un banco de esperma y otro de óvulos vienen a colmar las expectativas de mujeres y hombres que tras años de insomnio albergan nuevas esperanzas de vivenciar sus maternidades y paternidades.

Esta pareja amiga, a pesar de no haber logrado su cometido hasta este preciso instante, tienen algo muy importante a su favor que les permitió ingresar en nuestro Programa Nacional de atención a la parejas infértiles, y es: su heterosexualidad.

Fui visitado por muchos sentimientos y todos llegaron a mí al unísono. Sentimientos de felicidad y sentimientos de mucha tristeza y frustración.

Si es cierto, mi felicidad por ayudar a esta pareja amiga es tan grande por la relevancia y trascendencia que deposito en el tema referente a las maternidades y paternidades pero, a la vez, mi angustia es mayor cuando pienso en cuantas parejas que no comparten la misma orientación sexual de mis amigos recomendados, quisieran también disfrutar de las mismas oportunidades, posibilidades, derechos  y beneficios que otorga dicho programa nacional de atención a parejas infértiles en nuestra hermosa nación cubana.

Las implicaciones de no ser incluidos o incluidas en un programa de reproducción asistida que proporcione una  equidad entre todos y cada uno de los seres humanos que por voluntad propia deseen vivenciar los efectos de las maternidades y las paternidades son invaluables, e innumerables, pero para sensibilizar e informar voy a atreverme a mencionar algunas de las esferas de la vida donde mayor incidencia tienen los efectos de estas no inclusiones.

Las dimensiones más permeadas por el dolor de la no inclusión a un programa de reproducción asistida son las siguientes: La dimensión individual, la dimensión de pareja, la dimensión familiar y la dimensión social, por solo citar algunas.

En la dimensión individual las maternidades y las paternidades inalcanzadas por razones ajenas a lo biológico o lo psicológico y donde prime un determinante social en el impedimento de tal anhelo, multiplica los niveles de frustraciones en poblaciones humanas LGBTIQ.

Las mujeres lesbianas y los hombres homosexuales ni siquiera tienen la posibilidad de saberse fértiles o infértiles, y estériles o no estériles respectivamente. La pesadilla vitalicia de no poder trasmitir amor, los saberes y experiencias de una vida anterior a sus descendientes, así como brindarles protección, responder por su educación y su sustento económico, agudiza sobremanera las sensaciones de impotencia ante un fenómeno socialmente castrante e inhumano, condicionado por desconocimiento, prejuicios y estereotipos hacia los ¨no normados sexualmente¨. Todos ellos juntos a la homopaternofobia y lesbomaternofobia laceran la autoestima y los sentimientos de equidad entre semejantes cuando a algunos se les estimula a reproducirse y a otros se les silencia.

Ello refuerza la representación social que se pudiera tener del homosexual adulto mayor en soledad: Hombre o mujer, solo o sola, bien porque haya vivido una vida plenamente frustrante en su área sentimental (no auto aceptación de su condición homosexual, por ende deshonesto consigo mismo) sustentada en gran medida por las contradicciones sociales de las cuales el mismo homosexual (mujer u hombre) llega a hacer suyas, como heredero, víctima y victimario de la cultura excluyente y de sí mismo.

El homosexual (mujer u hombre) no es representado socialmente como generador de una Llamada estabilidad emocional, frase sustentada en patrones subjetivos y muy utilizada para identificar una permanencia en el tiempo de una relación de pareja. Además tales sujetos con semejantes conductas sexuales no se visibilizan como entes proveedores de hijos o hijas, o sea si las relaciones homo son estériles e infértiles, entonces no puede haber descendencia y ello, ya es ingrediente principal para el consabido destino de una o un homosexual: La soledad socialmente impuesta; hasta que la muerte los separe.

Considerar que alguien por ser poseedor de una orientación sexual heterosexual es mejor proveedor de una educación más integradora, de una responsabilidad y moral incuestionable es una interpretación sin fundamento que está privando a muchos seres humanos de traer hijos e hijas a hogares cubanos.

Niños y niñas que siempre son motivo de alegrías y preocupaciones, pero que todos sin exclusión les asiste el legítimo derecho de vivirlas, según mejor se acuerde: En formato de a dos, o de a uno(o sea en pareja o no). No hay por qué ser inflexibles en cuestiones de formatos si de maternidades o paternidades se trata, donde hay que ser más exigentes es en la responsabilidad que conlleva tales ejercicios. La exigencia debe ser pareja y no asumir que por tal orientación sexual se adjudique que una será más adecuada que otra, pudiendo caer en sesgos ya conocidos.

En la dimensión de pareja es un elemento preponderante que sea un deseo mutuo. Las parejas homosexuales tienen más tiempo para madurar la maternidad y la paternidad, porque como no la adquieren por sus relaciones sexuales, y no existen espacios para embarazos accidentales entonces siempre tendrán hijos e hijas deseados. Así que cuando el niño/a es concebido al interior de la pareja, o sea que no es que venga de una relación heterosexual precedente, es porque se ha hablado con tiempo y es una decisión pensada con tiempo suficiente.

Este fenómeno de no procrear a partir de las relaciones sexuales también tributa a una más adecuada planificación familiar, es decir se van a tener los hijos e hijas que se quieren y que se pueden, al menos que sean partos múltiples.

Una planificación familiar adecuada y el deseo juntos pueden ser pilares fundamentales para disfrutar de una mejor economía en el hogar que podrían redundar en mejores condiciones de vida, y en una educación de mayor calidad. Esto no debe interpretarse como una regularidad, depende mucho de la situación social de desarrollo de la familia.

Entre los pro de estos proyectos de lesbomaternidades y homopaternidades está por supuesto el amor que este infante recibirá de los padres o madres según sea el caso. Generalmente, la educación se torna no sexista, o sea no enfatiza tanto en los roles de géneros por una cuestión de experiencia de vida de sus padres o madres, pero esto no es una regla, y en algunos casos la educación suele ser tan revolucionaria y con altas dosis de creatividad pues no ejercen casi ninguna influencia en las decisiones de gustos personales del impúber, en alusión a los juguetes y colores de vestimenta por él/ella elegidos.

Estas maternidades y paternidades suelen ser muy afectivas por lo que ha costado alcanzar el fruto deseado en medio de una cultural heteronormativa, aún en aquellos países que si contemplen las uniones del mismo sexo, o matrimonio igualitario, y sus derechos reproductivos. Las representaciones sociales son muy difíciles modificarlas porque son actitudes ante ciertos prejuicios y dogmas históricos-culturales del patriarcado.

En la dimensión familiar se cercenan los ideales de familia, inclusive antes de que se piense en tenerla, inmediatamente emerge el conflicto social de: ¿cómo vamos a traer niños o niñas a un mundo para que sufran por tener dos madres o dos padres homosexuales? El conflicto o contradicción está implícito en los progenitores antes de que se materialice la misma maternidad o paternidad.

Entonces se visibiliza una falsa e inadmisible representación social de una esterilidad o infertilidad social con trascendencia a lo individual, y a la dimensión de pareja y familia que afecta a la misma familia e impide autovisibilizarse en los roles de madres y padres. Es lo que suelo llamar una cultura heteronormativamente anquilosada.

En algunos casos el conflicto cobra tal envergadura que la propia familia (la pareja) se cuestiona si los descendientes fueran herederos de la misma orientación sexual que la de los progenitores(o sea ellos mismo) la sociedad los culparía, como si de ello hubiesen investigaciones científicas que respaldaran semejantes conjeturas.

Las personas homosexuales suelen ser hijos e hijas de familias heterosexuales o al menos con comportamientos predominantemente heterosexual, en un alto por ciento, y ello nos indica que no son herederos de su comportamiento sexual, por el contrario rompen con los patrones sexuales de sus predecesores, pero aunque se orientaran hacia la homosexualidad no existe mayor incongruencia que la de vivir una vida egodistónica con la orientación sexual que en ese momento se estime más placentera. Es pertinente recordar que la orientación sexual no es inflexible, puede variar en cualquier momento de la vida.

Si la familia es resiliente, es decir; con capacidades para buscar y encontrar alternativas a sus conflictos, en contextos hostiles, y por sobre todas las cosas quieren hijos o hijas o ambos, y tienen como tenerlos; existe una alta probabilidad de que así puedan enfrentar con amor, responsabilidad e inteligencia cualquier adversidad.

La familia es, ese espacio donde el individuo debe ser emisor y receptor de amor, respeto, comunicación franca, donde se encuentre y donde se dé apoyo, se enfrenten con madurez y afectos las situaciones problemas. La familia nos convoca a reconocerla como  una zona privilegiada de intercambio de subjetividades, condicionadas por los lazos que en ella se entretejen: La convivencia, la consanguinidad, los afectos, y las afinidades, entre otros.

Todas las configuraciones familiares tienen algo en común, y es que están compuestas por seres humanos que deciden vivir conectados por algunos de los aspectos mencionados anteriormente. No necesariamente todos estos indicadores tengan que estar presentes, ni mucho menos coincidir en el tiempo.

La dimensión social tiene como co-protagonistas al mismo individuo y a la sociedad donde éste decide vivir. Las sociedades occidentales, históricamente, han propuesto un modelo único de familia sustentado esencialmente en principios de heterosexualidad, de matrimonio, de monogamia y reproducción.

Esta fórmula ha sido generadora de inequidades, es decir de diferentes oportunidades, diferentes posibilidades y diferentes derechos, muy manifiestos y evidentes en el diario vivir. Dos de esas inequidades son los derechos sexuales y de reproducción a los que se ha hecho alusión en este escrito desde sus mismos inicios.

La permisibilidad de todas las personas a alcanzar la maternidad y la paternidad sin exclusiones, la readecuación de regulaciones de índole legal y sanitarias para ampliar las posibilidades y oportunidades, así como derechos a quien por libre y responsable determinación decida asumir tales roles debe ser un principio de mero derecho humano a concebir y procurar hijos e hijas nonatos aún. Privar a esos padres y madres de disfrutar de sus hijos e hijas, así como privar a esos hijos e hijas de disfrutar de sus padres y madres, podría llegar a ser un error  imposible de reparar.

Ojalá, un día pueda recomendar a una persona, tenga pareja o no, sin importar su orientación sexual, su propuesta de maternidad o paternidad, su identidad de género, y sí sus valores como ser humano, los cuales le permitan  acceder a los beneficios de un programa revolucionario e inclusivo de reproducción asistida que pueda virtualmente incidir de forma ascendente en las estadísticas de densidad demográfica, como nuevos pobladores de mi país. Bienvenidos y bienvenidas sean esos niños y niñas, aún por nacer.